Patoruzú, creado por Dante Quinterno en 1928, es uno de los personajes más importantes e influyentes de la historieta argentina. Nacido como personaje secundario en dos tiras cómicas de corta vida, el cacique Patoruzú —el último de los tehuelches, a los que los conquistadores españoles
habían visto en su momento como gigantes dotados de fuerza prodigiosa—
obtuvo en poco tiempo su propia historieta, que daría origen a la
revista homónima, uno de los grandes hitos del humor gráfico en
Argentina.
Quinterno dibujó historias originales intermitentemente durante casi cuarenta años, y las reimpresiones fueron numerosas. Desde los años '40 y años '50 del siglo XX se transformó en uno de los íconos de la cultura popular argentina.
Quinterno dibujó historias originales intermitentemente durante casi cuarenta años, y las reimpresiones fueron numerosas. Desde los años '40 y años '50 del siglo XX se transformó en uno de los íconos de la cultura popular argentina.
La identidad de Patoruzú sufrió varios retoques durante los primeros
años. Comenzó como un personaje humilde, taciturno e ignorante, a cargo
de un tutor porteño
de más educación; las historietas iniciales emplearon este contraste
para destacar la paralela diferencia de actitudes entre el malicioso
tutor, que daría eventualmente lugar a otro personaje duradero, Isidoro Cañones, y el bondadoso e ingenuo aprendiz tehuelche.
Sin perder la esquemática contraposición moral, Quinterno retocaría
posteriormente la historia, transformando a Patoruzú en un poderoso
aunque benévolo estanciero.
Su generosidad con el dinero y la avaricia de los malvados sería las
más de las veces el eje de la dinámica de las historias. Desde el
comienzo contó con una fuerza prodigiosa, que se complementaría en el
transcurso de su evolución con otros sentidos y habilidades
sobrehumanos, en especial la fiereza, super velocidad y el olfato.
Patoruzú es el primer superhéroe de historietas del mundo.
La representación ingenua de la condición de indígena, su nacionalismo a ultranza y el patente racismo
que manifestaban los escasos personajes extranjeros han suscitado
críticas a la historieta; se ha criticado también la simpleza de su
trama, y el recurso estereotipado de la fuerza y el dinero como solución
a los problemas. Por ello, se lo ha visto en ocasiones próximo a los
ideales de los gobiernos militares, desde las tiras de 1930 —que ambiguamente elogiaban el golpe del general José Félix Uriburu contra el gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen— hasta la años setenta —cuando la sangrienta dictadura argentina (1976-1983)
lo tomara como mascota patria. En los últimos años, sin embargo, se ha
revisto con buenos ojos su influencia sobre la historieta nacional, y la
elegante simplicidad de su dibujo.
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